Los Rolling Stones impusieron temas nuevos y clásicos durante el primero de sus dos conciertos en el SoFi

Al escribir sobre una banda de trayectoria particularmente extensa que ha sido capaz de imponer un sinfín de éxitos a través de las décadas, se suele decir que nadie va a verla en vivo para escuchar composiciones recientes, lo que implicaría prácticamente que la creación de material nuevo es irrelevante.

Por ese lado, la premisa podría ser aplicada sin problemas a Rolling Stones, la legendaria agrupación británica fundada en 1962 que, pese a los inevitables cambios de formación debido a salidas voluntarias e involuntarias y a fallecimientos (lo del baterista Charlie Watts fue un golpe particularmente duro), mantiene hasta el día de hoy casi a todos los que han sido considerados sus miembros fundamentales, es decir, los fundadores Mick Jagger (voz) y Keith Richards (guitarra) y el también guitarrista Ron Wood, quien se sumó en 1975.

Pero lo cierto es que los Stones, como se les conoce habitualmente -aunque no se lo digan a los argentinos, quienes insisten en llamarlos los Rolling-, lanzaron en octubre del 2023 “Hackney Diamonds”, su primer álbum de temas inéditos en casi dos décadas; y nos negamos a creer que esos fans absolutos que irán a verlos en varias de las fechas programadas -como lo demuestran sus comentarios en las redes- no se sientan emocionados ante la idea de escuchar algo de ese material interpretado en vivo.

Contrariamente a lo que dijeron algunos especialistas, “Hackney Diamonds” no es un álbum excepcional; tiene un sonido demasiado pulido y varias canciones que no convencen. Pero está muy lejos de ser un desastre, y a esas alturas, contar con un trabajo decente y ocasionalmente emocionante de estos individuos es en sí un hecho maravilloso, como lo es la simple existencia de sus autores. Para ser claros, hay en la placa canciones que vale la pena escuchar una y otra vez.

Una de ellas es “Sweet Sounds of Heaven”, una suerte de balada bluesera que figura en el disco a través de una colaboración con la superestrella del pop Lady Gaga y que, sin ser precisamente revolucionaria, es una prueba perfecta de lo que puede hacer este gran grupo cuando baja las revoluciones. Tal y como ha venido sucediendo en la presente gira, iniciada el pasado 28 de abril en Houston, la pieza se insertó el miércoles pasado en la recta final del primero de los dos conciertos ofrecidos por los Stones en el mismo escenario de Los Ángeles, es decir, el monumental SoFi Stadium, que los albergará nuevamente este domingo.

Gaga no estuvo presente, claro, pero sus exigentes partes vocales, de indudable raigambre afroamericana, fueron excelentemente interpretadas por la corista Chanel Haynes, quien había destacado ya durante un colaboración vocal directa con el ‘frontman’ a raíz de “Beast of Burden” y se había encargado además de las notas más altas de “Gimme Shelter”.

Hubo más del nuevo álbum sobre la tarima. Casi al inicio, se escuchó el primer sencillo, “Angry”, un rock’n’roll tradicional que no suena demasiado novedoso en el tornamesas pero que, en concierto, adquirió una saludable potencia gracias a la intervención de tres guitarras simultáneas, ya que Jagger se colgó una para sumarse a los esfuerzos de Richards y Wood.

Más adelante, le tocó el turno a “Mess It Up”, otro tema del “Hackney Diamonds” que, sinceramente, no nos gusta, y que no nos dio una mejor impresión en el tabladillo de Inglewood, aunque mantiene esos coqueteos con la música disco que no son ajenos a la trayectoria del conjunto, pero que dieron frutos definitivamente superiores en “Miss You” y “Emotional Rescue”. En todo caso, es una pena que no se haya preferido sumar al repertorio actual composiciones del mismo álbum que son superiores, como es el caso de “Get Close”, “Depending On You” y “Driving Me Too Hard”.

Pero esto es un negocio, y si no lo supieran, los Stones no estarían todavía de pie, ofreciendo giras y grabando canciones seis décadas después de su fundación. Además, más allá de cualquier novedad con la que nos puedan sorprender, el arsenal de estos ingleses es tan generoso que resulta más que suficiente para cumplir con las expectativas que se puedan tener al acudir a una de sus presentaciones, incluso cuando se dedican a ofrecer los grandes éxitos y dejan de lado esos cortes más oscuros que los admiradores de verdad adorarían escuchar, pero que resultan desconocidos para las masas.

Sea como sea, lo importante aquí es lo bien que están sonando en vivo y el excelente nivel interpretativo que demostraron a mitad de esta semana. Los hemos visto en momentos menos afortunados, quizás con uno de sus integrantes disminuido; sin embargo, en esta ocasión, el trío mágico hizo las cosas de manera sobresaliente.

No debería ser tan sorprendente en el caso de Jagger, al que hemos visto con la misma actitud y la misma energía a lo largo de un periodo indeterminado; pero resultó especialmente grato en lo que respecta a Richards, quien ofreció muchos más solos que en otras presentaciones y se puso por ello a la par de Woods, quien maneja a su antojo las seis cuerdas.

Tampoco decepcionó ni por asomo Chuck Leavell, el ex integrante de The Allman Brothers Band que ha ocupado el puesto de tecladista de los Stones desde 1982, además de ser el productor musical del grupo. Su participación se hizo más clara que nunca durante la interpretación de “You Can’t Always Get What You Want”, donde el sonido procedente de sus inspirados Rhodes nos trasladó directamente a los ‘70 (aunque ya sabemos que la canción se lanzó en 1969).

Jagger y Richards en el escenario de Inglewood.

Jagger y Richards en el escenario de Inglewood.

(Gina Ferazzi/Los Angeles Times)

En términos rockeros, el momento más contundente de la velada fue el que le correspondió a “Midnight Rambler”, un tema esencial que fue interpretado a una velocidad considerablemente superior a la del registro original de fines de los ‘60 y que se encuentra perfectamente diseñado para desembocar en una explosión instrumental.

En el SoFi, el ‘jamming’ correspondiente incluyó las incursiones de Jagger en la armónica y una parte media mucho más lenta, de profundo espíritu bluesero, que encontró al mismo vocalista acercándose a la audiencia para hacerla cantar.

No fue el único momento guitarrero, ni mucho menos. El set se inició con tres bombazos directos, gracias a la intervención de “Start Me Up”, “You Got Me Rocking” y “It’s Only Rock ‘n’ Roll (but I Like It)”, y más adelante, se le cedió la posta a “Honky Tonk Women”, “Paint It Black” y “Jumpin’ Jack Flash”.

Por el lado de los tiempos medios, se escucharon “Beast of Burden”, “Tumbling Dice” y “Gimme Shelter”; por el de las baladas, solo “Wild Horses” (pese a que nos hubiera encantado tener presentes a “Angie” y “As Tears Goes By”), y no faltó la fusión tropical y psicodélica facilitada por una fenomenal versión de “Sympathy for the Devil” que puso a bailar hasta a los más aburridos.

Finalmente, y aunque suene ya a disco rayado, es imposible dejar de admirar el estado físico de Jagger. Como dijimos arriba, no sorprende verlo con esa actitud en vista de lo bien que se ha mantenido con el paso del tiempo; pero, señores y señoras, estamos hablando ahora de un tipo que ha cumplido 80 años.

Además de no haberse perdido ni una sola nota, el hombre se paseó a lo largo y ancho del inmenso escenario durante dos horas, practicó esos pasos de baile inconfundibles que requieren una indudable destreza de caderas y se comunicó constantemente con el público, haciendo gala de un entusiasmo propio de un jovencito. Queremos ser como usted cuando crezcamos, maestrazo.

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